martes, 27 de noviembre de 2012

Sesión 15

Comprensión de un texto. Después de la lectura

Propósito: Organizar la información utilizando mapas mentales.

Actividades:

Se realiza la recuperación de conocimientos previos con relación a la estrategia después de la lectura; preguntas guías, ¿qué es un mapa mental?, ¿cómo se elabora? , ¿para qué sirve?, ¿lo han utilizado?, ¿cuáles son sus ventajas?, etc.

Todas las respuestas se anotan en el pizarrón, rescatando lo más importante, para introducir el tema de mapas mentales

Exposición del propósito, características y procedimiento de en la elaboración del mapa mental.

 


 










El docente les indica a los estudiantes que se realizará la elaboración, revisión y corrección del mapa mental del texto seleccionado.

El docente monitorea constantemente el registro de la información y aclara las dudas que se presenten.

 

martes, 6 de noviembre de 2012

Sesión 14

Comprensión de un texto.

Después de la lectura.

Propósito: 


Identificar los conocimientos previos sobre el propósito, características y procedimiento para elaborar un mapa conceptual.

Organizar la información utilizando el mapa conceptual.

Actividades


Se realiza la recuperación de conocimientos previos con relación al mapa conceptual; preguntas guías, ¿qué es un mapa conceptual?, ¿cómo se elabora? , ¿para qué sirve?, ¿lo han utilizado?, etc.

Exposición del propósito , características y procedimiento para elaborar un mapa conceptual.

El docente les indica a los estudiantes que durante ésta y la siguiente sesión, se realizará la elaboración, revisión y corrección del mapa conceptual del texto seleccionado.

El docente monitorea constantemente el registro de la información y aclara las dudas que se presenten.


 










 

Sesión 13


Comprensión de un texto. 

Después de la lectura

Propósito:

Identificar los conocimientos previos sobre el propósito, características y procedimiento de la Fase después de la lectura.

Organizar la información utilizando el diagrama de llaves

Actividades
Se realiza la recuperación de conocimientos previos con relación a la estrategia después de la lectura; preguntas guías, ¿Cuáles son las técnicas que se utilizan en la fase después de la lectura? ¿cuándo se realizan? ¿ para que servirán? ¿ cuántas conocen?, ¿qué es un diagrama de llaves?, ¿cómo se elabora? , ¿para qué sirve?, ¿lo han utilizado?, ¿cuáles son sus ventajas?, etc.

Todas las respuestas se anotan en el pizarrón, rescatando lo más importante, para introducir el tema estrategia después de la lectura y de diagrama de llaves.

Exposición del el propósito , características y procedimiento de las estrategias después de la lectura.

El docente les indica a los estudiantes que durante ésta y la siguiente sesión, se realizará la elaboración, revisión y corrección del diagrama de llaves del texto seleccionado.

El docente monitorea constantemente el registro de la información y aclara las dudas que se presenten.




 




Sesión 12


Comprensión de un texto

Durante la lectura

Propósito:
Identificar los conocimientos previos sobre el propósito , características y procedimiento de las estrategias durante la lectura.

Leer analítica y selectivamente un texto para identificar y subrayar la información relevante que les permita elaborar un diagrama de llaves

Actividades

El docente indica al grupo que se iniciará con la aplicación de la estrategia durante la lectura, y para identificar que tanto saben de ella les plantea una serie de preguntas: ¿cuál es la característica de la estrategia durante la lectura?, ¿ para que servirá?, ¿han trabajado con el subrayado?, ¿qué es subrayar?, ¿cómo se subraya?, ¿para qué sirve?, ¿Qué son las notas al margen?, ¿Cómo se realizan las notas al margen?,etcétera.

Exposición del el propósito , características y procedimiento de las estrategias durante la lectura.

Actividad práctica.

El docente solicita a los estudiantes que anoten en el cuaderno el propósito de la lectura: identificar información que les permita elaborar un diagrama de llaves

En una lluvia de ideas, el docente pide a los estudiantes, apoyándose en la prelectura, mencionen que información es necesaria buscar; por ejemplo, concepto, causas, consecuencias, antecedentes, situación actual, etcétera, que puedan guiar el análisis y selección de la información y, al mismo, tiempo les ayude con las notas al margen, las anota en el pizarrón.

El docente indica que se iniciará con el análisis del texto, les pide que recuerden que analizar es partir, dividir, en este caso el texto en párrafos y cada párrafo, si es pertinente, en ideas principales y secundarias.
Se inicia por leer sólo una parte o sección pequeña del texto.
Se identifican palabras desconocidas; sólo en caso, que repercutan en la comprensión del texto y no se pueda inferir su significado a partir de él.
Se elabora glosario.
Se lee y se subraya para seleccionar lo más relevante (ideas principales) y lo complementario, utilizando para ello los diferentes tipos de subrayado.
Se realizan notas al margen, (dudas, observaciones, ejemplos, concepto, causas, consecuencias, antecedentes, situación actual, etc.)

Se monitorea constantemente la actividad para aclarar las dudas que se presenten.

Cierre de la sesión:

El docente les pide a los estudiantes que reflexionen sobre las ventajas y/o desventajas del procedimiento seguido para el análisis y selección de información.










lunes, 15 de octubre de 2012

Sesión 11

 

Tema: Comprensión de un texto. (Prelectura)

Propósito: Leer en forma rápida un texto para identificar su estructura, elaborar una predicción e identificar conocimientos previos, aplicando el procedimiento propuesto.

Actividades

 



Recuperar el trabajo realizado en la biblioteca para identificar los elementos que consideran los estudiantes para realizar la selección de un texto.

Se realizan las conclusiones grupales.

Se expone el propósito, las características y el procedimiento de la prelectura.

Formar equipos de cuatro integrantes

A cada equipo se les entrega una paquete de lecturas, de las cuales sólo tienen que seleccionar una.

Se presenta una serie de textos y, aplicando la estrategia de prelectura, seleccionar uno para trabajar el procedimiento durante la lectura:

Identificar la estructura del texto. (Títulos y subtítulos con el subrayado correspondiente)

Escribir en el cuaderno la estructura del texto.
Se identifican la pistas visuales del texto: negritas, cursivas, subrayado, cuadros, viñetas, imágenes, etc.
Con base a la estructura y a las pistas visuales, se infiere el contenido del texto o apartado de lectura.
Pregunta generadora: ¿ de qué tratará el texto?, Anotar la predicción en el cuaderno.
Justificar la elección del texto.
Cada equipo, informa al grupo que texto seleccionó y por qué

-->
Con base en la información proporcionada, el grupo deberá de seleccionar el texto que se utilizará en la fase durante la lectura.
Del texto seleccionado, se registran los datos de la fuente en fichas. Se pega la ficha en el cuaderno.
Se identifican los conocimientos previos con relación a la lectura. Pregunta generadora ¿ qué saben del tema?, recuperar las aportaciones del grupo para elaborar una conclusión.
En el cuaderno, anotar la conclusión del grupo con relación a lo que saben del tema.
Monitorear constantemente la actividad para identificar dudas,  dificultades y realización de la misma.
Cierre de la sesión. lo trabajado en está sesión se recuperará  en la siguiente, por lo que los estudiantes deberán traer el texto.

-->
Desarrollo de estrategias de comprensión lectora.

La lectura es la selección e interpretación de un mensaje escrito. El término comprensión lectora surge de la necesidad de entender lo que se está leyendo. La comprensión se relaciona con lo que entendemos del mundo que nos rodea (la información visual de los impreso en caso de la lectura), con lo que ya conocemos.

Por otro lado, una estrategia comprende una serie de pasos o la aplicación de un conjunto de técnicas y acciones para lograr un fin determinado; las estrategias facilitan la adquisición, elaboración y recuperación de la información.

Las estrategias de comprensión lectora se definen entonces como una serie de fases secuenciadas que comprenden un conjunto de técnicas y acciones específicas que facilitan la interpretación de un mensaje escrito. 

-->
Antes de la lectura
Característica: lectura rápida
Propósito: Se define si el texto servirá para los propósitos establecidos o no; de ser seleccionado se registran los datos de la fuente en fichas.
Procedimiento:
Se identifica la estructura del texto: título, subtítulos, y los datos de identificación de la fuente.
Se identifican la pistas visuales del texto: negritas, cursivas, subrayado, cuadros, viñetas, imágenes, etc.
Con base a la estructura y a las pistas visuales, se infiere el contenido del texto o apartado de lectura.
Se plantean preguntas u objetivos (ejemplo: ¿para qué me sirve este tema? ¿qué información o tema busco?, ¿El texto servirá para los propósitos que me propongo?) .
De ser seleccionado el texto, se registran los datos de la fuente en fichas.
Se identifican los conocimientos previos con relación a la lectura.



Sesión 10

Tema:Comprensión de un texto (Prelectura)

Próposito: Seleccionar y realizar la predicción de textos, empleando la prelectura.

 Actividades 

 

Se les pide a los estudiantes que vayan a la biblioteca y elijan un libro que les gustaría leer en la materia.

Una vez que lo eligieron, anoten el titulo y su número de adquisición en el cuaderno nada más y lo coloquen en el carrito de los libros.

Ahora se les pide que respondan las siguientes preguntas, en su cuaderno:
¿Por qué lo elegiste?
¿Qué te atrajo de él?
¿De qué crees que trata?

Una vez respondidas las preguntas, se le entrega a cada estudiante una tarea en específico y tendrán que buscar en la biblioteca el libro que les ayude a resolver dicha tarea.

Una vez localizado el libro se les pedirá que respondan las siguientes preguntas en su cuaderno.

 ¿Cuál es el título y el número de adquisición del libro?
¿Por qué elegiste ese libro?
¿En qué te fijaste para seleccionar este libro?
¿Qué subtemas contiene tú tema?
¿Qué otros temas se relacionan con el tema que tocó?
¿De qué crees que trate tu tema?
¿A qué área o materia corresponde?

Tareas específicas:

 1. Cómo construir un mapa mental.
 2. Cómo construir un mapa conceptual
 3. Cómo construir un diagrama
 4. ¿Qué son los hábitos de estudio?
 5. Cómo preparar una exposición oral
 6. Explicar los tipos de contaminación
 7. Informar sobre la reproducción en los seres vivos
 8. ¿Cuáles son los pasos para hacer una investigación?
 9. Informar sobre los aztecas
 10. Informar sobre los griegos
 11. Explicar los ecosistemas
 12. ¿Qué son los números naturales?
 13. Cómo tomar apuntes
 14. Explicar que son los números enteros
 16. Informar sobre los presocráticos
 17. ¿Cómo elaboro un resumen?
 18. Explicar el Sistema operativo de Linux
 19. Informar sobre la historia de las computadoras
 20. Explica el uso de los signos de puntuación
 21. Informar sobre las drogas
 22. Explica las leyes fundamentales del electromagnetismo
 23. Informar sobre los principios del calor
 24. Explicar sobre la combinación de colores
 25. Explicar la creación del universo.


Cuarto proyecto. Fluidez

Presentación:

Como recordarás la fluidez es la habilidad de leer en voz alta con la entonación, ritmo, fraseo y pausas apropiadas que indican que entiendes el significado de la lectura, aunque ocasionalmente tengas que detenerte para reparar dificultades de comprensión (una palabra o la estructura de una oración). La fluidez lectora implica dar una inflexión de voz adecuada al contenido del texto respetando las unidades de sentido y puntuación.

Para mejorar la fluidez de la lectura en voz alta, deberás:

  1. Seleccionar un texto breve. ( Articulo, poema, cuento, etcétera.)
  2. En un tiempo de dos minutos, lee en voz alta el texto seleccionado y grabar este primer intento. Identifica tus errores.
  3. Corrige los errores que tengas con relación a la fluidez con la que lees, las veces que consideres necesarias hasta que lo hagas bien. Anota el número de intentos.
  4. Graba el último intento, considerando que es el que lees “bien”.

Fecha de entrega.
La siguiente sesión.

Para realizar el cuarto proyecto, necesitarás:

  1. Asistir a asesoría para presentar avances del proyecto, plantear dudas y dar seguimiento a tu trabajo extraclase.


 

Sesión 9

Tema:Competencia lectora.

Propósito: Diagnóstico de la competencia lectora. lectura en silencio para evaluar la comprensión de un texto.

 Actividades


Aplicación de ejercicios de diagnóstico por parte de tu Profesor(a).

  1. Lectura en silencio para evaluar la comprensión  del texto El pecado de la carne/las causas

  2. Responder cuestionario relacionado con el texto. 

    Resultados, rúbrica SEP y comentarios.

     


Evaluación diagnóstica de la comprensión lectora.
El pecado de la carne/las causas ”
de Miguel G. Corral.

Preguntas
Valor
Nivel
1, 2, 3 y 7
1 punto
Identifica información especifica
4 y 6
2 puntos
Infiere información del texto
5,8 y 9
3 puntos
Deduce la información del texto
10
2 puntos
Sintetiza la información relevante del texto.
Total
19 puntos



Niveles de logro para la comprensión lectora de acuerdo a la lectura 
“ el pecado de la carne/las causas”
de Miguel G. Corral.

PUNTOS
NIVEL
4 PUNTOS A 7 PUNTOS
REQUIERE APOYO
8 PUNTOS A 14 PUNTOS
SE ACERCA AL ESTÁNDAR
15 PUNTOS A 17 PUNTOS
ESTÁNDAR
18 PUNTOS A 19 PUNTOS
AVANZADO

 

Conclusiones o cierre: si ya te diste cuenta de que problemas tienes, ¿dónde tendrías que trabajar y que recomendaciones te harías?


 

 

 

 

 

lunes, 1 de octubre de 2012

Sesión 8

Tema: Competencia lectora.

Propósito: Realizar un diagnóstico de la competencia lectora por medio de la lectura en voz alta par evaluar la velocidad.

 


Aplicación de ejercicios de diagnóstico.


Lectura en voz alta para evaluar la velocidad.

  1. Se trabaja por parejas

  2. Se utilizan dos lecturas.

  3. Uno de los integrantes de la pareja lee y el otro le toma el tiempo de un minuto.

  4. Se registran las palabras leídas por minuto

  5. Se consulta la rúbrica y se anota el nivel de logro.

  6. Se cambia de rol y se repite el procedimiento.


Velocidad de lectura 

en el nivel Secundaria



Grado escolar
Requiere apoyo
Se acerca al estándar
Estándar
Avanzado
Primero
Menor que 125
De 125 a 134
De 135 144
Mayor que 144
Segundo
Menor que 135
De 135 a 144
De 145 a 154
Mayor que 154
Tercero
Menor que 145
De 145 a 154
De 154 a 160
Mayor que 160


 Tarea para entregar :


Recomendación elaborada por el estudiante que responda al siguiente cuestionamiento: si ya te diste cuenta de que problemas tienes, ¿dónde tendrías que trabajar?

 

 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Sesión 6 y 7

Tema: Competencia lectora.


Propósito: Diagnóstico de la competencia lectora. lectura en voz alta para evaluar la fluidez.


Actividades:


Preguntas generadoras: ¿qué es leer? ¿qué es la competencia lectora? y ¿qué elementos te ayudan para desarrollar la competencia lectora?.

Grabación de audio donde se ejemplifiquen los principales problemas que se observan al leer un texto en voz alta y cómo se realiza una adecuada lectura. ¿Cuál de éstas favorece la comprensión del texto?

Que el estudiante identifique los aspectos (entonación, ritmo, fraseo, pausa, respeto a la unidad de sentido, puntuación) que tiene que considerar al leer en voz alta para que él y sus compañeros comprendan un texto.

Aplicación de ejercicios de diagnóstico.

Lectura en voz alta para evaluar la fluidez

  1. Se proyecta y se lee, entre todo el grupo, la rúbrica, se aclaran dudas.
  2. Se reparte al grupo una sección del texto: “el gato negro”. La que va numerada del 1 al 26.
  3. Cada estudiante lee la sección que le tocó en voz alta, empezando por la uno y concluyendo en la 26.
  4. Todos escuchan y califican a sus compañeros consultando la rúbrica.
  5. El estudiante, por el valor que más se repita (moda) ubica su categoría.
  6. Extraclase: Se le solicita al estudiante consulte el blog para copiar las características de su categoría. Identifica que aspectos tendría que trabajar y que recomendaciones se haría.
     NIVELES DE LOGRO PARA LA FLUIDEZ LECTORA

    Requiere apoyo Se acerca al estándar Estándar Avanzado
    En este nivel el estudiantes es capaz de leer sólo palabra por palabra, en pocas ocasiones puede leer dos o tres palabras seguidas. Presenta problemas severos en cuanto al ritmo, la continuidad y la entonación que requiere el texto, lo cual implica un proceso de lectura en el que se pierde la estructura sintáctica del texto. En este nivel el estudiante es capaz de realizar una lectura por lo general de dos palabras agrupadas, en pocas ocasiones de tres o cuatro palabras como máximo. Eventualmente se puede presentar la lectura palabra por palabra. Presenta dificultad con el ritmo y la continuidad indispensables para realizar la lectura, debido a que el agrupa-miento de las palabras se escucha torpe y sin relación con los contextos más amplios como oraciones o párrafos. En este nivel el estudiante es capaz de leer frases pequeñas. Presenta ciertas dificultades en cuanto al ritmo y la continuidad debido a los errores en las pautas de puntuación indicadas en el texto (no considera los signos de puntuación o los adiciona), los cuales, en la mayoría de los casos no afectan el sentido del mismo porque se conserva la sintaxis del autor. Además, la mayor parte de la lectura la realiza con una entonación apropiada presen- tando alguna omisión respecto de las modulaciones requeridas en el texto. En este nivel el estudiante es capaz de leer principalmente párrafos u oraciones largas con significado. Aunque se pueden presentar algunos pequeños errores en cuanto al ritmo y la continuidad por no seguir las pautas de puntuación indicadas en el texto. Estos errores no demeritan la estructura global del mismo, ya que se conserva la sintaxis del autor. En general, la lectura se realiza con adecuada entonación aplicando las diversas modula-ciones que se exigen al interior del texto.


    El gato negro

    Edgar Allan Poe

    Ni espero ni quiero que se dé crédito a la historia más extraordinaria, y, sin embargo, más familiar, que voy a referir. Tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a aceptar su propio testimonio, yo habría de estar realmente loco si así lo creyera. No obstante, no estoy loco, y, con toda seguridad, no sueño. Pero mañana puedo morir y quisiera aliviar hoy mi espíritu. Mi inmediato deseo es mostrar al mundo, clara, concretamente y sin comentarios, una serie de simples acontecimientos domésticos que, por sus consecuencias, me han aterrorizado, torturado y anonadado. A pesar de todo, no trataré de esclarecerlos. A mí casi no me han producido otro sentimiento que el de horror; pero a muchas personas les parecerán menos terribles que barroques. Tal vez más tarde haya una inteligencia que reduzca mi fantasma al estado de lugar común. Alguna inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, encontrará tan sólo en las circunstancias que relato con terror una serie normal de causas y de efectos naturalísimos.
    La docilidad y humanidad de mi carácter sorprendieron desde mi infancia. Tan notable era la ternura de mi corazón, que había hecho de mí el juguete de mis amigos. Sentía una auténtica pasión por los animales, y mis padres me permitieron poseer una gran variedad de favoritos. Casi todo el tiempo lo pasaba con ellos, y nunca me consideraba tan feliz como cuando los daba de comer o los acariciaba. Con los años aumentó esta particularidad de mi carácter, y cuando fui hombre hice de ella una de mis principales fuentes de goce. Aquellos que han profesado afecto a un perro fiel y sagaz no requieren la explicación de la naturaleza o intensidad de los goces que eso puede producir. En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural.
    Me casé joven. Tuve la suerte de descubrir en mi mujer una disposición semejante a la mía. Habiéndose dado cuenta de mi gusto por estos favoritos domésticos, no perdió ocasión alguna de proporcionármelos de la especie más agradable. Tuvimos pájaros, un pez de color de oro, un magnífico perro, conejos, un mono pequeño y un gato.
    Era este último animal muy fuerte y bello, completamente negro y de una sagacidad maravillosa. Mi mujer, que era, en el fondo, algo supersticiosa, hablando de su inteligencia, aludía frecuentemente a la antigua creencia popular que consideraba a todos los gatos negros como brujas disimuladas. No quiere esto decir que hablara siempre en serio sobre este particular, y lo consigno sencillamente porque lo recuerdo.
    Plutón —se llamaba así el gato— era mi predilecto amigo. Sólo yo le daba de comer, y adondequiera que fuese me seguía por la casa. Incluso me costaba trabajo impedirle que me siguiera por la calle.
    Nuestra amistad subsistió así algunos años, durante los cuales mi carácter y mi temperamento —me sonroja confesarlo—, por causa del demonio de la intemperancia, sufrió una alteración radicalmente funesta. De día en día me hice más taciturno, más irritable, más indiferente a los sentimientos ajenos. Empleé con mi mujer un lenguaje brutal, y con el tiempo la afligí incluso con violencias personales. Naturalmente, mi pobre favorito debió de notar el cambio de mi carácter. No solamente no les hacía caso alguno, sino que los maltrataba. Sin embargo, por lo que se refiere a Plutón, aún despertaba en mí la consideración suficiente para no pegarle. En cambio, no sentía ningún escrúpulo en maltratar a los conejos, al mono e incluso al perro, cuando, por casualidad o afecto, se cruzaban en mi camino. Pero iba secuestrándome mi mal, porque, ¿qué mal admite una comparación con el alcohol? Andando el tiempo, el mismo Plutón, que envejecía y, naturalmente se hacía un poco huraño, comenzó a conocer los efectos de mi perverso carácter.
    Una noche, en ocasión de regresar a casa completamente ebrio, de vuelta de uno de mis frecuentes escondrijos del barrio, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo cogí, pero él, horrorizado por mi violenta actitud, me hizo en la mano, con los dientes, una leve herida. De mí se apoderó repentinamente un furor demoníaco. En aquel instante dejé de conocerme. Pareció como si, de pronto, mi alma original hubiese abandonado mi cuerpo, y una ruindad superdemoníaca, saturada de ginebra, se filtró en cada una de las fibras de mi ser. Del bolsillo de mi chaleco saqué un cortaplumas, lo abrí, cogí al pobre animal por la garganta y, deliberadamente, le vacié un ojo... Me cubre el rubor, me abrasa, me estremezco al escribir esta abominable atrocidad.
    Cuando, al amanecer, hube recuperado la razón, cuando se hubieron disipado los vapores de mi crápula nocturna, experimenté un sentimiento mitad horror, mitad remordimiento, por el crimen que había cometido. Pero, todo lo más, era un débil y equívoco sentimiento, y el alma no sufrió sus acometidas. Volví a sumirme en los excesos, y no tardé en ahogar en el vino todo recuerdo de mi acción.
    Curó entre tanto el gato lentamente. La órbita del ojo perdido presentaba, es cierto, un aspecto espantoso. Pero después, con el tiempo, no pareció que se daba cuenta de ello. Según su costumbre, iba y venía por la casa; pero, como debí suponerlo, en cuanto veía que me aproximaba a él, huía aterrorizado. Me quedaba aún lo bastante de mi antiguo corazón para que me afligiera aquella manifiesta antipatía en una criatura que tanto me había amado anteriormente. Pero este sentimiento no tardó en ser desalojado por la irritación. Como para mi caída final e irrevocable, brotó entonces el espíritu de perversidad, espíritu del que la filosofía no se cuida ni poco ni mucho.
    No obstante, tan seguro como que existe mi alma, creo que la perversidad es uno de los primitivos impulsos del corazón humano, una de esas indivisibles primeras facultades o sentimientos que dirigen el carácter del hombre... ¿Quién no se ha sorprendido numerosas veces cometiendo una acción necia o vil, por la única razón de que sabía que no debía cometerla? ¿No tenemos una constante inclinación, pese a lo excelente de nuestro juicio, a violar lo que es la ley, simplemente porque comprendemos que es la Ley?
    Digo que este espíritu de perversidad hubo de producir mi ruina completa. El vivo e insondable deseo del alma de atormentarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer el mal por amor al mal, me impulsaba a continuar y últimamente a llevar a efecto el suplicio que había infligido al inofensivo animal. Una mañana, a sangre fría, ceñí un nudo corredizo en torno a su cuello y lo ahorqué de la rama de un árbol. Lo ahorqué con mis ojos llenos de lágrimas, con el corazón desbordante del más amargo remordimiento. Lo ahorqué porque sabía que él me había amado, y porque reconocía que no me había dado motivo alguno para encolerizarme con él. Lo ahorqué porque sabía que al hacerlo cometía un pecado, un pecado mortal que comprometía a mi alma inmortal, hasta el punto de colocarla, si esto fuera posible, lejos incluso de la misericordia infinita del muy terrible y misericordioso Dios.
    En la noche siguiente al día en que fue cometida una acción tan cruel, me despertó del sueño el grito de: "¡Fuego!" Ardían las cortinas de mi lecho. La casa era una gran hoguera. No sin grandes dificultades, mi mujer, un criado y yo logramos escapar del incendio. La destrucción fue total. Quedé arruinado, y me entregué desde entonces a la desesperación.
    No intento establecer relación alguna entre causa y efecto con respecto a la atrocidad y el desastre. Estoy por encima de tal debilidad. Pero me limito a dar cuenta de una cadena de hechos y no quiero omitir el menor eslabón. Visité las ruinas el día siguiente al del incendio. Excepto una, todas las paredes se habían derrumbado. Esta sola excepción la constituía un delgado tabique interior, situado casi en la mitad de la casa, contra el que se apoyaba la cabecera de mi lecho. Allí la fábrica había resistido en gran parte a la acción del fuego, hecho que atribuí a haber sido renovada recientemente. En torno a aquella pared se congregaba la multitud, y numerosas personas examinaban una parte del muro con atención viva y minuciosa. Excitaron mi curiosidad las palabras: "extraño", "singular", y otras expresiones parecidas. Me acerqué y vi, a modo de un bajorrelieve esculpido sobre la blanca superficie, la figura de un gigantesco gato. La imagen estaba copiada con una exactitud realmente maravillosa. Rodeaba el cuello del animal una cuerda.
    Apenas hube visto esta aparición —porque yo no podía considerar aquello más que como una aparición—, mi asombro y mi terror fueron extraordinarios. Por fin vino en mi amparo la reflexión. Recordaba que el gato había sido ahorcado en un jardín contiguo a la casa. A los gritos de alarma, el jardín fue invadido inmediatamente por la muchedumbre, y el animal debió de ser descolgado por alguien del árbol y arrojado a mi cuarto por una ventana abierta. Indudablemente se hizo esto con el fin de despertarme. El derrumbamiento de las restantes paredes había comprimido a la víctima de mi crueldad en el yeso recientemente extendido. La cal del muro, en combinación con las llamas y el amoníaco del cadáver, produjo la imagen tal como yo la veía.
    Aunque prontamente satisfice así a mi razón, ya que no por completo mi conciencia, no dejó, sin embargo, de grabar en mi imaginación una huella profunda el sorprendente caso que acabo de dar cuenta. Durante algunos meses no pude liberarme del fantasma del gato, y en todo este tiempo nació en mi alma una especie de sentimiento que se parecía, aunque no lo era, al remordimiento. Llegué incluso a lamentar la pérdida del animal y a buscar en torno mío, en los miserables tugurios que a la sazón frecuentaba, otro favorito de la misma especie y de facciones parecidas que pudiera sustituirle.
    Hallábame sentado una noche, medio aturdido, en un bodegón infame, cuando atrajo repentinamente mi atención un objeto negro que yacía en lo alto de uno de los inmensos barriles de ginebra o ron que componían el mobiliario más importante de la sala. Hacía ya algunos momentos que miraba a lo alto del tonel, y me sorprendió no haber advertido el objeto colocado encima. Me acerqué a él y lo toqué. Era un gato negro, enorme, tan corpulento como Plutón, al que se parecía en todo menos en un pormenor: Plutón no tenía un solo pelo blanco en todo el cuerpo, pero éste tenía una señal ancha y blanca aunque de forma indefinida, que le cubría casi toda la región del pecho.
    Apenas puse en él mi mano, se levantó repentinamente, ronroneando con fuerza, se restregó contra mi mano y pareció contento de mi atención. Era pues, el animal que yo buscaba. Me apresuré a proponer al dueño su adquisición, pero éste no tuvo interés alguno por el animal. Ni le conocía ni le había visto hasta entonces.
    Continué acariciándole, y cuando me disponía a regresar a mi casa, el animal se mostró dispuesto a seguirme. Se lo permití, e inclinándome de cuando en cuando, caminamos hacia mi casa acariciándole. Cuando llego a ella se encontró como si fuera la suya, y se convirtió rápidamente en el mejor amigo de mi mujer.
    Por mi parte, no tardó en formarse en mí una antipatía hacia él. Era, pues, precisamente, lo contrario de lo que yo había esperado. No sé cómo ni por qué sucedió esto, pero su evidente ternura me enojaba y casi me fatigaba. Paulatinamente, estos sentimientos de disgusto y fastidio acrecentaron hasta convertirse en la amargura del odio. Yo evitaba su presencia. Una especie de vergüenza, y el recuerdo de mi primera crueldad, me impidieron que lo maltratara. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de tratarle con violencia; pero gradual, insensiblemente, llegué a sentir por él un horror indecible, y a eludir en silencio, como si huyera de la peste, su odiosa presencia.
    Sin duda, lo que aumentó mi odio por el animal fue el descubrimiento que hice a la mañana del siguiente día de haberlo llevado a casa. Como Plutón, también él había sido privado de uno de sus ojos. Sin embargo, esta circunstancia contribuyó a hacerle más grato a mi mujer, que, como he dicho ya, poseía grandemente la ternura de sentimientos que fue en otro tiempo mi rasgo característico y el frecuente manantial de mis placeres más sencillos y puros.
    Sin embargo, el cariño que el gato me demostraba parecía crecer en razón directa de mi odio hacia él. Con una tenacidad imposible de hacer comprender al lector, seguía constantemente mis pasos. En cuanto me sentaba, acurrucábase bajo mi silla, o saltaba sobre mis rodillas, cubriéndome con sus caricias espantosas. Si me levantaba para andar, metíase entre mis piernas y casi me derribaba, o bien, clavando sus largas y agudas garras en mi ropa, trepaba por ellas hasta mi pecho. En esos instantes, aun cuando hubiera querido matarle de un golpe, me lo impedía en parte el recuerdo de mi primer crimen; pero, sobre todo, me apresuro a confesarlo, el verdadero terror del animal.
    Este terror no era positivamente el de un mal físico, y, no obstante, me sería muy difícil definirlo de otro modo. Casi me avergüenza confesarlo. Aun en esta celda de malhechor, casi me avergüenza confesar que el horror y el pánico que me inspiraba el animal habíanse acrecentado a causa de una de las fantasías más perfectas que es posible imaginar. Mi mujer, no pocas veces, había llamado mi atención con respecto al carácter de la mancha blanca de que he hablado y que constituía la única diferencia perceptible entre el animal extraño y aquel que había matado yo. Recordará, sin duda, el lector que esta señal, aunque grande, tuvo primitivamente una forma indefinida. Pero lenta, gradualmente, por fases imperceptibles y que mi razón se esforzó durante largo tiempo en considerar como imaginaria, había concluido adquiriendo una nitidez rigurosa de contornos.
    En ese momento era la imagen de un objeto que me hace temblar nombrarlo. Era, sobre todo, lo que me hacía mirarle como a un monstruo de horror y repugnancia, y lo que, si me hubiera atrevido, me hubiese impulsado a librarme de él. Era ahora, digo, ta imagen de una cosa abominable y siniestra: la imagen ¡de la horca! ¡Oh lúgubre y terrible máquina, máquina de espanto y crimen, de muerte y agonía!
    Yo era entonces, en verdad, un miserable, más allá de la miseria posible de la Humanidad. Una bestia bruta, cuyo hermano fue aniquilado por mí con desprecio, una bestia bruta engendraba en mí en mí, hombre formado a imagen del Altísimo, tan grande e intolerable infortunio. ¡Ay! Ni de día ni de noche conocía yo la paz del descanso. Ni un solo instante, durante el día, dejábame el animal. Y de noche, a cada momento, cuando salía de mis sueños lleno de indefinible angustia, era tan sólo para sentir el aliento tibio de la cosa sobre mi rostro y su enorme peso, encarnación de una pesadilla que yo no podía separar de mí y que parecía eternamente posada en mi corazón.
    Bajo tales tormentos sucumbió lo poco que había de bueno en mí. Infames pensamientos convirtiéronse en mis íntimos; los más sombríos, los más infames de todos los pensamientos. La tristeza de mi humor de costumbre se acrecentó hasta hacerme aborrecer a todas las cosas y a la Humanidad entera. Mi mujer, sin embargo, no se quejaba nunca ¡Ay! Era mi paño de lágrimas de siempre. La mas paciente víctima de las repentinas, frecuentes e indomables expansiones de una furia a la que ciertamente me abandoné desde entonces.
    Para un quehacer doméstico, me acompañó un día al sótano de un viejo edificio en el que nos obligara a vivir nuestra pobreza. Por los agudos peldaños de la escalera me seguía el gato, y, habiéndome hecho tropezar la cabeza, me exasperó hasta la locura. Apoderándome de un hacha y olvidando en mi furor el espanto pueril que había detenido hasta entonces mi mano, dirigí un golpe al animal, que hubiera sido mortal si le hubiera alcanzado como quería. Pero la mano de mi mujer detuvo el golpe. Una rabia más que diabólica me produjo esta intervención. Liberé mi brazo del obstáculo que lo detenía y le hundí a ella el hacha en el cráneo. Mi mujer cayó muerta instantáneamente, sin exhalar siquiera un gemido.
    Realizado el horrible asesinato, inmediata y resueltamente procuré esconder el cuerpo. Me di cuenta de que no podía hacerlo desaparecer de la casa, ni de día ni de noche, sin correr el riesgo de que se enteraran los vecinos. Asaltaron mi mente varios proyectos. Pensé por un instante en fragmentar el cadáver y arrojar al suelo los pedazos. Resolví después cavar una fosa en el piso de la cueva. Luego pensé arrojarlo al pozo del jardín. Cambien la idea y decidí embalarlo en un cajón, como una mercancía, en la forma de costumbre, y encargar a un mandadero que se lo llevase de casa. Pero, por último, me detuve ante un proyecto que consideré el mas factible. Me decidí a emparedarlo en el sótano, como se dice que hacían en la Edad Media los monjes con sus víctimas.
    La cueva parecía estar construida a propósito para semejante proyecto. Los muros no estaban levantados con el cuidado de costumbre y no hacía mucho tiempo había sido cubierto en toda su extensión por una capa de yeso que no dejó endurecer la humedad.
    Por otra parte, había un saliente en uno de los muros, producido por una chimenea artificial o especie de hogar que quedó luego tapado y dispuesto de la misma forma que el resto del sótano. No dudé que me sería fácil quitar los ladrillos de aquel sitio, colocar el cadáver y emparedarlo del mismo modo, de forma que ninguna mirada pudiese descubrir nada sospechoso.
    No me engañó mi cálculo. Ayudado por una palanca, separé sin dificultad los ladrillos, y, habiendo luego aplicado cuidadosamente el cuerpo contra la pared interior, lo sostuve en esta postura hasta poder establecer sin gran esfuerzo toda la fábrica a su estado primitivo. Con todas las precauciones imaginables, me preocupé una argamasa de cal y arena, preparé una capa que no podía distinguirse de la primitiva y cubrí escrupulosamente con ella el nuevo tabique.
    Cuando terminé, vi que todo había resultado perfecto. La pared no presentaba la más leve señal de arreglo. Con el mayor cuidado barrí el suelo y recogí los escombros, miré triunfalmente en torno mío y me dije: "Por lo menos, aquí, mi trabajo no ha sido infructuoso".
    Mi primera idea, entonces, fue buscar al animal que fue causante de tan tremenda desgracia, porque, al fin, había resuelto matarlo. Si en aquel momento hubiera podido encontrarle, nada hubiese evitado su destino. Pero parecía que el artificioso animal, ante la violencia de mi cólera, habíase alarmado y procuraba no presentarse ante mí, desafiando mi mal humor. Imposible describir o imaginar la intensa, la apacible sensación de alivio que trajo a mi corazón la ausencia de la detestable criatura. En toda la noche se presentó, y ésta fue la primera que gocé desde su entrada en la casa, durmiendo tranquila y profundamente. Sí; dormí con el peso de aquel asesinato en mi alma.
    Transcurrieron el segundo y el tercer día. Mi verdugo no vino, sin embargo. Como un hombre libre, respiré una vez más. En su terror, el monstruo había abandonado para siempre aquellos lugares. Ya no volvería a verle nunca: Mi dicha era infinita. Me inquietaba muy poco la criminalidad de mi tenebrosa acción. Incoóse una especie de sumario que apuró poco las averiguaciones. También se dispuso un reconocimiento, pero, naturalmente, nada podía descubrirse. Yo daba por asegurada mi felicidad futura.
    Al cuarto día después de haberse cometido el asesinato, se presentó inopinadamente en mi casa un grupo de agentes de Policía y procedió de nuevo a una rigurosa investigación del local. Sin embargo, confiado en lo impenetrable del escondite, no experimenté ninguna turbación.
    Los agentes quisieron que les acompañase en sus pesquisas. Fue explorado hasta el último rincón. Por tercera o cuarta vez bajaron por último a la cueva. No me altere lo más mínimo. Como el de un hombre que reposa en la inocencia, mi corazón latía pacíficamente. Recorrí el sótano de punta a punta, cruce los brazos sobre mi pecho y me paseé indiferente de un lado a otro. Plenamente satisfecha, la Policía se disponía a abandonar la casa. Era demasiado intenso el júbilo de mi corazón para que pudiera reprimirlo. Sentía la viva necesidad de decir una palabra, una palabra tan sólo a modo de triunfo, y hacer doblemente evidente su convicción con respecto a mi inocencia.
    —Señores —dije, por último, cuando los agentes subían la escalera—, es para mí una gran satisfacción habrá desvanecido sus sospechas. Deseo a todos ustedes una buena salud y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, señores, tienen ustedes aquí una casa construida —apenas sabía lo que hablaba, en mi furioso deseo de decir algo con aire deliberado—. Puedo asegurar que ésta es una casa excelentemente construida. Estos muros... ¿Se van ustedes, señores? Estos muros están construidos con una gran solidez.
    Entonces, por una fanfarronada frenética, golpeé con fuerza, con un bastón que tenía en la mano en ese momento, precisamente sobre la pared del tabique tras el cual yacía la esposa de mi corazón.
    ¡Ah! Que por lo menos Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio. Apenas húbose hundido en el silencio el eco de mis golpes, me respondió una voz desde el fondo de la tumba. Era primero una queja, velada y encontrada como el sollozo de un niño. Después, en seguida, se hinchó en un prolongado, sonoro y continuo, completamente anormal e inhumano. Un alarido, un aullido, mitad horror, mitad triunfo, como solamente puede brotar del infierno, horrible armonía que surgiera al unísono de las gargantas de los condenados en sus torturas y de los demonios que gozaban en la condenación.
    Sería una locura expresaros mis sentimientos. Me sentí desfallecer y, tambaleándome, caí contra la pared opuesta. Durante un instante detuviéronse en los escalones los gentes. El terror los había dejado atónitos. Un momento después, doce brazos robustos atacaron la pared, que cayó a tierra de un golpe. El cadáver, muy desfigurado ya y cubierto de sangre coagulada, apareció, rígido, a los ojos de los circundantes.
    Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilatadas y llameando el único ojo, se posaba el odioso animal cuya astucia me llevó al asesinato y cuya reveladora voz me entregaba al verdugo. Yo había emparedado al monstruo en la tumba.


    F I N